Opinión
Furia descontrolada
De repente se ve en pantalla a un boxeador calentando, está solo en el cuadrilátero y mueve las piernas, junto a los brazos, constantemente. ¿Cuáles serán sus motivaciones para estar ahí?, ¿cómo llegó a ese momento?, son preguntas que los espectadores nos hacemos. Mientras tanto, suena la melodía Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni, lo que, sumado al plano que utiliza el director, genera una atmósfera de tristeza, añoranza, como si se tratara de una circunstancia única que marcó a quien se va a presentar en las escenas subsiguientes.
En 1980 se estrena la película Toro Salvaje, dirigida por Martin Scorsese, su trama aborda la vida de Jake la Motta, un talentoso boxeador que aspira a ser campeón de los pesos medios, entrena sin cesar para lograr este cometido. Sin embargo, tiene un grave problema, su falta de control y carácter violento, dentro de él existe una furia incontrolable, contra el mundo y contra sí mismo. Lamentablemente su descontrol va en aumento, a pesar de cumplir su meta, ser el mejor boxeador de su categoría, su vida comienza a caerse a pedazos, su forma de ser aleja a quienes tratan de apoyarlo, porque es como si fuera un toro, embiste todo lo que se le pone delante.
Este filme retrata el proceso de autodestrucción de Jake, interpretado por Robert De Niro (su actuación le sirvió para ganar un Oscar a mejor actor), nos hace partícipes de la historia de este ser desagradable, cruel y violento. Por momentos las imágenes son tan crudas que alguien sensible podría sentirse mal, ya que no ensalza a la figura, sino que muestra su rostro humano, no se lo dulcifica, ni tampoco se intenta enmascararlo para que el espectador lo exima de culpa. Sus incoherencias se ven reflejadas en sus arrebatos y sus relaciones problemáticas, cargadas de una intensidad incontrolada, no sabiendo compaginar la vida en el ring y la vida familiar (con su esposa y hermano).
Su comportamiento infantil, primario, así como vulgar, se convierte en su tara insalvable, a pesar de que él diga: No soy un animal…, no soy malo.
Es así que esos excesos le imposibilitan alcanzar la redención durante gran parte del relato, pues su fracaso personal se hace aún más patente, pierde todo lo logrado y va degradando su imagen, asimismo salen a flote sus inseguridades, encubiertas en su mal llamado egocentrismo, en los claroscuros se hace evidente su carácter atormentado y solitario.
Tras ver esta realización, en dónde se narra el ascenso y caída de la estrella pugilística La Motta, queda claro que acierta en su modo de presentarnos a este personaje, la forma en la que lo caracteriza, como nos lo detalla, sin filtros, sin intentar suavizar su personalidad, lo que ocasiona que no sintamos empatía por él y que más bien consideremos que su caída él mismo la causó, por no saber dominar sus instintos, por no saber gestionar la fama. Es un buen documento para todos aquellos que aspiran a ser famosos y no saben sobrellevar sus fantasmas.