Opinion
El silencio que se aleja
El silencio en el momento adecuado puede generar diversas interpretaciones. Sirve para dar sentido a momentos que de otro modo no tendrían razón de ser. Saber interpretar lo silente es leer entre líneas y comprender los sentidos propuestos.
El cine, artificio que se inventó a finales del siglo XIX, pasó por diferentes etapas y procesos de evolución. En sus inicios se dedicaba a mostrar momentos cotidianos, luego comenzó a exponer escenas más logradas, pero sin llegar a consolidarse, por eso era considerado como un arte menor.
A medida que se van logrando avances en este campo y se comienza a adoptar el tipo de narración literaria, el séptimo arte emprende el camino hacia el éxito.
La película francesa The Artist (El artista) es una mirada hacia el pasado, nos muestra el paso del cine mudo al hablado, así como el crecimiento de Hollywood con la aparición de los grandes e industrializados estudios cinematográficos. George Valentin (Jean Dujardin) es un actor que ha logrado llegar a la cima de la fama, encarna a personajes heroicos y sus películas son éxitos rotundos, sin embargo, el estudio para el que trabaja, llamado Kinograph, decide poner fin a la producción de películas mudas, para dar paso al cine sonoro. Nuestro personaje se niega a participar en ellas porque considera que se perderá la magia que posee en la gran pantalla —alegando que ese avance tecnológico no le llama la atención porque aún está en ciernes—. En contraposición tenemos la historia de la joven Peppy Miller (Bérénice Bejo) un personaje que está abierto al cambio, el cine es para los jóvenes y no se cierra las puertas en ese sentido; no tiene problemas para tomar el lugar que deja el personaje interpretado por Jean Dujardin.
Dos caminos distintos uno que va en ascenso y otro que va en declive —por la renuencia a adaptarse a los nuevos tiempos—. Una metáfora de la vida en donde las caídas suelen darse continuamente, sin embargo, esta película no es un drama, es un homenaje al cine mudo, al cine en blanco y negro. Una buena manera de demostrar que no son necesarios los efectos extravagantes cuando la historia que se narra en un filme es diáfana y atrayente. Durante el tiempo que dura impresiona por la manera en la que van mostrándose los hechos, su narración es rápida y lo simple de su propuesta es su mayor logro, no obstante, al final se consolidan las películas habladas, porque los adelantos en cualquier ámbito se tienen que aceptar; no se puede ser un soñador en un mundo que avanza y pisotea a los que se quedan rezagados.
Mitchel Ríos