Opinión
Cinta desternillante
A menudo nos quedamos con el final de un film y, en cierto modo, esas imágenes son las que encausan el juicio que haremos sobre el mismo. Una de las obras que se ha hecho célebre, con el paso del tiempo, por su final, entre otras cosas, ha sido La vida de Brian (Terry Jones, 1979).
En la escena se ve a un grupo de desafortunados seres crucificados. El ambiente está plagado de lamentos hasta que, de repente, una voz se eleva sobre las demás y entona: Always look on the bright side of life. Al inicio solo es un murmullo, pero, conforme avanza la canción, se le suman otras voces y, como suele suceder en las producciones cinematográficas, en conjunto hacen que el sonido retumbe por todas partes haciendo que todos participen de este acto musical.
Esos seres le sonríen a su suerte y aprovechan la ocasión para soltar al viento look on the bright side of life, a pesar de que the life is piece of shit, es mejor sonreír que llorar. Esta conclusión me sorprendió. Era la primera vez que observaba que alguien se tomara con humor un hecho que siempre he visto abordado desde la más honda pesadumbre.
Hace poco volví a ver esta cinta y (no puedo negarlo) no dejo de reírme desde el principio hasta el final. Cada parte, cada gag se efectua de una forma tan inteligente que consigue sacar sonrisas hasta al más exigente. Su trama nos cuenta la historia de ese periodo con humor y deja de lado la seriedad que siempre se le ha impregnado. Es tal la formalidad inculcada a esos acontecimientos que los personajes no parecen humanos sino arquetipos sin sentimientos, falsos, que sirven, únicamente, como elementos decorativos de una obra hecha e inspirada por la planificación de Dios.
Los actores que intervienen en esta película son integrantes del grupo británico de humoristas: Monty Phyton. A veces reviso capítulos del programa Monthy Phyton’s Flying Circus, gracias a las nuevas tecnologías es posible encontrarlos. Me sorprende que ya hayan pasado tantos años desde su emisión (más de cuarenta) y mantengan ese aire fresco que los convirtió en piezas de una genialidad innegable, además de complejos. Sus sketches me dejaban muchas referencias (en general por lo intrincado de sus contenidos), de tal modo que, al concluir mi visionado, debía investigar para saber de qué diablos hablaban, jugando iba adquiriendo conocimientos.
Una obra irreverente, desde el inicio al final, en donde se relata la suerte de un pobre desgraciado que tiene la mala suerte de nacer en circunstancias similares a las que predijeron los grandes sabios y profetas judíos. Su metáfora lleva al extremo las creencias (en general) que justifican sus sinrazones en aras de la salvación del alma (independientemente de la religión que se profese). Sus diálogos ingeniosos y sus situaciones desternillantes hacen de esta obra una comedia célebre, considerada como una de las mejores del cine, ni antes, ni después, se vio una forma tan particular de hacer humor.
Mitchel Ríos