Opinión
Algo más que artificial
Hace un par de noches me topé con la película «A.I. Inteligencia artificial», realización del 2001 dirigida por Steven Spielberg, fue en la madrugada, cerca de las tres de la mañana. Estaba interesado en ver esta cinta ya que fue un proyecto que inició Kubrick y que pospuso, en su momento, a causa de las limitaciones de los efectos especiales de su época. Este condicionamiento técnico supuso que lo dejara de lado debido a que consideraba que no podía plasmar a cabalidad la idea que tenía en mente (toda la parafernalia que había imaginado se hubiera visto mermada, siendo obvio el uso de atrezo), no obstante, nunca dejó de darle vueltas, lamentablemente su prematura muerte en 1999, el siete de marzo, truncó su ejecución. En tales circunstancias quien lo retomó fue Spielberg, este conversó en varias oportunidades con Stanley, por eso cuando tuvo la ocasión de plasmar el proyecto intentó realizar un homenaje al director fallecido.
Su trama se basa en el relato corto «Supertoys Last All Summer Long», publicado en 1969 por Brian W. Aldiss. En un futuro posible los seres humanos han conseguido construir robots altamente sofisticados, Mecas, para efectuar distintas tareas, pero aún se siguen diferenciando de los hombres porque no consiguen albergar sentimientos. Sin embargo, a un científico se le ocurre crear una nueva especie de robots dotados de sentimientos y sueños, en esa tesitura diseña a David, un robot dotado de las características de un niño y programado para amar. Para probar que funciona se lo entrega a una familia, es aquí donde se inician las aventuras de este pequeño soñador.
Esta obra por momentos parece una reactualización del cuento de Pinocho, el niño de madera que llega a convertirse en uno de verdad, porque durante su narración el sueño del pequeño mecanismo artificial es convertirse en humano para poder encajar en el mundo de los hombres, de este modo nos muestra como este deseo transciende al tiempo, así como a la desaparición de la especie a la que quiere pertenecer.
También muestra el modo en el cual posee una fuerza interior que lo motiva a concretar su odisea, quiere vivir al lado de su madre, quiere disfrutar del cariño desinteresado de alguien que, en algún momento, lo hizo sentir especial, único, esa necesidad se representa en la imagen del hada azul, una aspiración que lo hace olvidar todo y lo lleva a lugares insospechados.
Tras concluir y ver los créditos quedé sorprendido por el planteamiento, la forma en la que nos hace pensar en lo que pasaría si inventáramos inteligencia artificial con la posibilidad de ostentar sentimientos, emulando en su totalidad el comportamiento humano. Asimismo, este filme tiene un final conmovedor ya que muestra a ese mecanismo artificial teniendo sueños y cumpliendo su último deseo antes de cerrar los ojos para siempre, como una gran metáfora de lo que sucede cuando se logra cumplir una meta. Es de las pocas veces que una obra que tiene un cierre así me gusta, aunque no deja posibilidades a que uno se imagine otro final probable.