Opinión
Aislado
A través de la oquedad de una pared, un individuo observa lo que sucede en una sala contigua. Su pulso se altera por momentos, siente temor, quiere mantener a salvo su escondite, si es descubierto, estaría a merced de sus enemigos y, por consiguiente, sería ajusticiado, para luego ser exhibido como un trofeo de guerra. Se le imputan una serie de crímenes (en su mayoría inventados) para condenarle, por eso, aunque impaciente, espera a que el ambiente se despeje, solo así volverá a sosegarse. Esta, grosso modo, es la trama de la Trinchera infinita (Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga, 2019).
¿Qué pasaría si tuviéramos que vivir 30 años aislados del mundo, encerrados? Una pregunta difícil de responder, porque tratar de especular sobre lo que sucedería, sería caer en la simpleza de dar una respuesta cualquiera, es difícil ponerse en la piel de alguien que pasó por una situación semejante.
Después de La Guerra Civil española, una serie de personas se ocultaron de la persecución fascista (su delito, ser de izquierdas). Los escondrijos que eligieron iban desde fosos excavados en la tierra, pozos abandonados, conejeras, hasta armarios. Cualquier espacio era bueno, en tanto, les pudiera salvar la vida, por este motivo fueron bautizados con el mote de «Los topos». Su condición se mantuvo hasta 1969 cuando el gobierno dictatorial promulgó un decreto por medio del cual prescribían los delitos cometidos antes del fin de la guerra.
Higinio (interpretado por Antonio de la Torre) nos hace partícipes de su aventura, a través del relato de su reclusión podemos ser testigos de la confusión, la angustia (por sentir su vida en peligro) y el proceso mediante cual se hace patente su instinto de supervivencia. Asimismo, la renuencia que muestra a recluirse, el miedo que siente por estar en una situación descabellada (únicamente por ser fiel a las ideas que profesa), la entereza de hacer frente a ese destino, pero al convencerse que no hay otra salida, acepta, con ira, su poca fortuna. Este tránsito conlleva un desarrollo que mantiene intrigado al espectador a la espera de su desenlace. La narración es un viaje a través de la incertidumbre de lo desconocido, una muestra de las secuelas de la guerra, en dónde se hacen presentes las injusticias y el ansia de venganza.
La obra es un drama que encierra múltiples entresijos, desde lo claustrofóbico hasta lo penoso que significa estar privado de la libertad y, no solo eso, también nos muestra las penurias de quienes lo rodean. Su familia es una víctima directa de todo lo que le sucede al ser arrastrada dentro de las cuatro paredes que representan su escondite. Esta tesitura condiciona sus vidas, delimita su campo de acción por el temor de ser descubiertos y encontrarse a merced de las hostilidades.
La melancolía lo cubre todo, no se puede vivir tranquilo ante la inseguridad, pero, a pesar del clima enrarecido, siempre queda latente la esperanza de que todo concluya y, en algún momento, despertar de la pesadilla, esa pesadilla que fue un momento sombrío de la historia de España.
Mitchel Ríos