Opinión
Acontecimiento diferente
Los bares le dan colorido a la ciudad, en ellos se pueden observar personajes variopintos. Madrid está lleno de estos locales. Hace algunos días, durante una conversación, un conocido me decía que en la zona centro la mayoría de los bajos suelen estar destinados a este tipo de negocios, yo argüí —en tono burlón—: Sería difícil que se destinaran los primeros. Por el ambiente que circunda a estos negocios y el que se observa en su interior, se prestan para ser el espacio de diferentes historias como la presentada en El bar (Alex de la Iglesia, 2017).
Una mañana cualquiera en un bar. Como de costumbre un grupo de personas asisten a desayunar, beber un refresco, una cerveza o dedicarse a otra actividad; nada del otro mundo. Los personajes participantes, son un grupo de seres basados en estereotipos, fruto de la atmósfera española; nos queda claro desde el inicio. Una jornada común y corriente, hasta que comienza a torcerse, por causas que están fuera de su control.
La narración se centra en el proceso de degradación de las relaciones entre los personajes, producto de la exposición a una situación extrema, demostrando que no es necesario raer tanto en las caretas que llevamos, con poco se hace manifiesta nuestra verdadera naturaleza, en especial, cuando lo que está en juego es nuestra supervivencia. Al arañar esa superficie salen a la luz los peores defectos de cada uno. Esto que sucede a menor escala podría ocurrir en espacios más amplios, en comunidades enteras en donde sus habitantes se sienten tranquilos porque consideran que el conjunto de costumbres, saberes y artes propios de su sociedad —civilización—, son inalterables, por lo tanto, están convencidos de que en situaciones similares no se vendrían abajo las estructuras que perciben a diario.
Los personajes entran en pánico al reconocer el poco valor que tiene su vida para las autoridades, comprender que su existencia es insignificante es el hilo que recorre la trama del relato, su vida no le interesa al establishment. La forma de actuar de este ente invisible es criticable. No vela por sus derechos del mismo modo, se enfoca en proteger al resto, aun cuando se salten varias normas. La única voz lúcida dentro de este entramado es la de un mendigo loco, de vez en cuando suelta sentencias, inspiradas en extractos de las sagradas escrituras, que conducen el eje narrativo. Su desenvolvimiento es fundamental a la hora de recorrer los tres arcos argumentales: el bar, el sótano y la alcantarilla. Dentro de todo ese sinsentido ve la realidad como es, por eso todos le temen, actúa por instinto y no por la razón.
Lo intrigante de la cinta es ubicarla en un lugar que visitamos a diario, quizás, si estuviéramos en una situación de ese tipo sería difícil de asimilar. Compartir una experiencia semejante con personas que están en ese espacio circunstancialmente, sería singular, casi nunca nos percatamos de la gente que nos rodea, vamos a nuestra bola, más de una vez perdemos de perspectiva todo lo que acaece a nuestro alrededor. Todo esto no dejan de ser especulaciones, no pasa de ser una simple ficción, sin embargo, si fuera real una situación así, veríamos como se desmorona nuestro espacio, en donde aparentemente se ha dejado de lado lo instintivo en aras de ser más civilizados.
Mitchel Ríos