Opinion
A pesar de todo…
Boris Yellnikoff, pesimista, misántropo, sabihondo, hipocondriaco; podría seguir con las «cualidades del tipo», pero estaría redundando. Un personaje arquetípico, fruto de la mitología Woodiliana, una caja de pandora abierta con todo el caos que eso ocasiona, en donde el pesimismo se eleva por encima de las demás aptitudes. El pesimismo, corriente filosófica que se desarrolló bajo la premisa de que vivimos en el peor mundo posible, en el que no se niegan los males, donde se miran las cosas claras -se ve la imagen completa y no a trozos-. No existe nada que haga a la vida atractiva. Una demostración de la interrelación con el medio, dejando de lado máscaras que le hagan frente, una perspectiva particular, una toma de posición, vamos a morir, más tarde o más temprano, ¿qué sentido tiene?, hagamos lo que hagamos eso no podrá ser alterado, idea que es producto de la experiencia.
Boris personaje principal de la película Whatever Works (Si la cosa funciona) rompe con la cuarta pared, barrera invisible que divide a la ficción del espectador –término que proviene del teatro-, se dirige al observador en más de un momento, increpando la inmovilidad, increpando el disfrute que representa para el que está al otro lado de la pantalla las penurias que le suceden, los avatares de su existencia, sabe que está siendo contemplado por eso reprende a la nada. Esta actitud es tomada por los personajes de ficción, un buen recurso; se ve con más frecuencia en los comics, Deadpool (personaje de Marvel comics, creado en los años noventa, un antihéroe) y en la literatura, la escena en la que el Quijote le dice a Sancho que hay un mago que los observa y está escribiendo en ese momento todo lo que ellos están haciendo. No obstante, para su entorno, el personaje es un loco, el raro, representado en el que piensa diferente, el que se cree más listo que el resto, pero es lo suficientemente intuitivo para ver lo asfixiante en que se ha convertido su entorno. Vive angustiado en un mundo frenético, en donde no se puede pensar. No tenemos el tiempo suficiente para empaparnos con los objetos que nos rodean, lamentablemente las cualidades en sí mismas de las cosas no son capaces de cautivarnos porque todo pasa de forma vertiginosa; el universo no se detiene. No es posible meditar sobre lo que está sucediendo, en el momento en que intentamos reflexionar sobre lo que acontece todo se convierte en parte del pasado, hay otros acontecimientos más importantes, más actuales –lo importante es lo actual, lo pasado es una anécdota-. Al sistema no le interesa que pensemos, le interesa distraernos, no le agrada que nos planteemos preguntas existencialistas, quiere echar por tierra cualquier tipo de percepción trascendental, sólo nos impulsa a pensar en lo que sirve para sus fines. Este producto, creado por el establishment, no es apto para los distintos, el ser distinto significa alterar el orden, significa ocasionar un problema en el espacio, sin embargo, a pesar de nosotros, pensamos, miramos esas marcas, tenemos el presentimiento que hay algo más. La película es una mirada a las curiosidades que se suceden, la manera casi cómica en que se desarrollan determinados eventos –las cosas no siempre son cuadradas-, sin dejar de lado nuestra forma de ser y a pesar de todo el pesimismo, siempre quedará la esperanza de que las cosas funcionen.
Mitchel Ríos