Opinión

Una tara

Desde hace unas semanas me he propuesto ver las películas que han ganado los premios Oscar, así pues, en esta oportunidad me tocó El discurso del Rey, realización británica del 2010 dirigida por Tom Hooper que ganó el premio de la academia norteamericana a mejor película en el año 2011.
En su trama aborda el problema que tenía para hablar en público el Rey británico Jorge VI (antes Conde de York), tartamudeaba, y la forma en la que logró mejorar su dicción gracias a la ayuda que recibió de un logopeda.
Desde el inicio resulta una obra distante, su tema es baladí, a pesar de que su desarrollo es correcto, no logra involucrar al espectador, no consigue que se empatice con sus personajes, solo es una historia bien contada, cuyo desarrollo sigue una línea clara y en el que no se producen hechos importantes, solo se centra en mostrarnos las tribulaciones de un ser condenado a ser Rey, lo que hace de ella un producto predecible, sin la sustancia necesaria como para que se la llegue a considerar como una obra fundamental, que todo cinéfilo deba ver alguna vez en la vida.
A pesar de esto, tiene elementos rescatables, las encarnaciones que realizan los actores son sobresalientes, llenan la pantalla con su presencia, en la misma línea despliega una buena fotografía, las imágenes que aparecen en las distintas escenas son destacables, es por este motivo que uno queda fascinado por lo bien lograda que está la ambientación, a esto se le suma la buena banda sonora, que acompaña las distintas escenas con unas buenas armonías.
Asimismo, considerar un gran logro que un tipo que tiene todos los recursos económicos a su alcance logre decir un par de palabras sin tartamudear, resulta de lo más superfluo, aún más cuando su hazaña se centra en dar un discurso en el que Reino Unido le declaraba la guerra a Alemania. Deja la sensación de que el hecho de estar adentrándose en un conflicto armado no fuera tan importante como tener una buena dicción. Con esto no quiero decir que no sea loable la superación personal, se tenga o no dinero, pero de ahí a ensalzarla, dándole un haz de grandeza, da la impresión de que sólo es importante porque lo hizo un Rey, ya que si el mismo logro lo hubiera realizado un ciudadano de a pie no hubiera tenido el mismo alcance.
No es una mala película, sin embargo, no soy su espectador ideal, yo demandaba algo más, más aún cuando ganó un premio destacado, ya sé que un premio no dice que una obra sea buena o mala, per se, pero, por lo menos, esperaba que me atrapara en su ficción, no fue así. Durante todo su metraje pensé en cualquier cosa, menos en lo que tenía delante, porque en cierto modo ya sabía en lo que iba a terminar, lo que significa no estar a la expectativa del desenlace de la historia. Tal vez, si le hubieran dado otro enfoque o, en su defecto, no hubieran intentado magnificar algo anecdótico, hacer de un hecho normal algo épico, digno de ser contado, hubiera logrado otro impacto.

Lume

Agli