Opinión
Ciudad de neón
En una ciudad en decadencia, oscura, se mueven varias almas en pena (están ahí circunstancialmente), deambulan por los bajos fondos, en dónde el crimen campa a sus anchas, sus aventuras solo tienen sentido durante la noche, en el día, ese submundo desaparece, no queda rastro de él, como un circo que se cubre de un gran velo que no lo deja ver. Sin embargo, al volver a anochecer todo empieza de nuevo, el escenario troca y se abarrota con sus espectros característicos, que hacen de sus construcciones los sitios idóneos para llevar a cabo sus andanzas, porque saben que todo empezará de nuevo al siguiente día.
Hace poco encontré «Fallen Angels», película de 1995 dirigida por Wong Kar-Wai. Su trama gira en torno a dos historias. La primera es la de un sicario interesado en cambiar de trabajo y su socia, una joven que sabe manejarse en el mundo del hampa y la segunda, la de un chaval mudo con deficiencias mentales.
El escenario elegido es Hong Kong, lugar que maravilla por sus imponentes edificaciones, pero que tiene un lado oscuro en donde se intercalan los dos relatos que nos presenta la cinta, mostrándonos los sinsabores de vivir en un espacio olvidado en donde impera la ley del más fuerte.
Cada protagonista tiene sus proyectos, tiene sus disquisiciones, viven con la esperanza de cambiar de vida y es en este punto en el que los encontramos, compartiendo con nosotros el desarrollo de sus aventuras.
Algo que caracteriza la realización de Wong es la soledad que desprenden sus personajes. Por momentos son seres pesimistas que están en el mundo por estar, viven condicionados por el determinismo, por eso mismo están a expensas del medio. Los actuantes son seres vacíos, sin voluntad, sus decisiones no tienen el peso necesario para sobreponerse y hacerle frente a su naturaleza, seguirán la senda que quiere destruirlos.
También destaca el uso de los colores, lo cromático es fundamental en el desarrollo del filme, ya que nos da una idea del lugar en el que viven los habitantes de la urbe. Estos no se caracterizan por ser brillantes, sino más bien por ser oscuros, como si se tratara de uno de los infiernos de la obra de Dante. Asimismo, este elemento nos exhibe el estado de ánimo de sus arquetipos que, en confluencia con la música, nos trasladan a sus vivencias.
Siendo una película que trata de seres perdidos que deambulan, una y otra vez, en el mismo escenario, por medio de una voz en off consigue que sepamos algo más sobre ellos, mediante este ardid logra conectar con nosotros, de este modo nos confía la interpretación de su universo personal.
En esos momentos en los que esa voz toma las riendas de lo que vemos en pantalla, hace que las distintas representaciones se hagan más cercanas, porque nos describen la ciudad como agresiva, claustrofóbica e incómoda, de la que desean huir, no se sienten a gusto ahí, sienten que están en un momento equivocado de su vida.