Opinión
Un encuentro
De repente se escuchan unas voces, es el diálogo de dos amantes, recién se están conociendo y, por consiguiente, están descubriendo aspectos que desconocen uno del otro. En el proceso van comprendiendo que se parecen en muchas cosas, la principal, el haber padecido en su piel las actitudes más ruines del hombre, porque sin haber vivido las desgracias que relatan juntos, sus experiencias son parte intrínseca del dolor humano.
En 1959 salió a la luz la producción francesa Hiroshima mon amour, enmarcada dentro de la Nouvelle vague fue dirigida por Alain Resnais, su trama narra el idilio entre una actriz francesa y un empresario japons. Son dos extraños que, aparentemente tras esa aventura, no se volverán a ver nunca más, sin embargo, este amorío fugaz se convierte en un aliciente para que Elle rememore hechos de su pasado y de este modo convierta a Lui en su confidente. En este sentido, analiza esos sucesos y comienza a darles otra perspectiva, mediante ese camino introspectivo se va abriendo a su casual compañero, le muestra una cara oculta, distinta, disfrazada al inicio.
Esta realización demuestra lo excepcional que puede llegar a ser una imagen cuando se la carga de lirismo por medio de la palabra. El lenguaje poético traspasa lo puramente visual y se convierte, mediante sus unidades lingüísticas, en la base fundamental de lo que se ve y como tal, la guionista Marguerite Duras, nos transporta a un espacio en donde el tiempo y el espacio son mágicos, parece que se han detenido, somos testigos del intercambio de ideas de dos seres únicos, surgido en un momento cualquiera.
Las palabras impregnan de una sensibilidad única lo que se ve en pantalla, muestra de un amor intenso que dura lo necesario, dura lo justo para seguir manteniendo el encanto, al final son un par de seres que no se conocen del todo y ahí reside lo ideal, cada cual se puede inventar el pasado, la vida, lo que quiera, y se detienen en el preciso momento en el que saben que traspasar la línea significaría traerse abajo el ensueño vivido.
No obstante, a pesar de ese anonimato, ambos descubren semejanzas, se parecen cada uno a su manera, llegando a la conclusión que no son del todo desconocidos, se conocen desde siempre, eso queda claro, comparten el mismo planeta, es más que suficiente. Tras admirar esta realización uno se queda con la grata sensación del nivel de compenetración que puede tener lo visual con la sonoro, llegando a confluir en una simbiosis que encandila y eleva diversos sentimientos.
La narración permite entender que es más fácil abrirse con alguien a quien no conocemos y tal vez, si todo sigue el sendero normal, no veamos más. Así mismo representa la calidez que se puede encontrar en alguien que se conoce por primera vez, como compañeros de viaje del presente, se pueden encontrar significantes en el pasado para construir puentes hacia el futuro, que traspasen cualquier barrera y se traigan abajo complejos que alejan en lugar de acercar.