Opinión
Alzamiento
Durante años se le dio por ahorrar dinero, esperaba que, con el paso del tiempo, le fuera posible acumular una cantidad que le permitiera vivir el resto de su vida, sino de forma apacible, por lo menos, alejado de los sinsabores de la necesidad. Una vez que cumplió su cometido, se le puso algo nuevo en mente: ¿qué haría con los billetes?, su primera opción fue la de guardarlos bajo el colchón, pero la desechó, ya que al tenerlos en casa no generaban beneficios, lo que, a la larga, suponía un inconveniente, pues si uno quería retirarse esto sería un lastre, llegaría el momento en el que se acabarían y, por lo tanto, se encontraría igual que al inicio. Otra opción era la de invertirlo en algún proyecto o comprar acciones, más como de esto entendía muy poco, se decantó por otra alternativa que le daba más seguridad, ingresar esos ahorros en el banco, los intereses, según le comentaron, le darían lo suficiente para vivir holgadamente. Sin darle más vueltas, se acercó a una entidad, abrió una cuenta e hizo el ingreso. Con el comprobante en las manos de aquella transacción volvió tranquilo a casa, sentía que su futuro sería halagüeño. Pero, de repente, la economía comenzó a fluctuar, y no para su beneficio, de un momento a otro sus ahorros se devaluaron, aún incrédulo con lo que había pasado, no sabría qué hacer el resto de su vida.
A finales del año 2001 tuvo lugar el famoso corralito en Argentina, muchas personas quedaron arruinadas debido a la pérdida de valor de la moneda de aquel país. En este contexto se ubica la película La odisea de los giles (Sebastián Borensztein, 2019). Esta narra la historia de un grupo de amigos, socios y vecinos que al perderlo todo, a causa de esta circunstancia, deciden hacer justicia con sus propias manos y recuperar lo que es suyo. Por eso, para cumplir ese objetivo se organizan y embarcan en una aventura que los llevará a realizar acciones que, tal vez, nunca se hubieran planteado en un inicio.
Los que más sufren los problemas económicos que se producen en el sistema, siempre son los mismos, los ciudadanos de a pie, estos usualmente son los que tienen que pagar los platos rotos de los malos manejos monetarios. Los encargados de las entidades financieras nunca piensan en los sueños o proyectos de esos ciudadanos, pues no son entes importantes, solo son una masa a la que se puede estafar y de la cual se puede sacar rédito. Es así que en la producción de Borensztein se nos presenta a un grupo de personajes que no quiere resignarse a esto y le hace frente al sistema aún a costa de ser encarcelados, sus esperanzas no solo son las de recuperar el dinero perdido, sino, también, recuperar el orgullo y el amor propio que dejaron ir al ser engañados por el director de su banco de toda la vida.
La obra resulta amena, es entretenida, durante su transcurso consigue que empaticemos con sus personajes, con algunos nos identificamos, porque están construidos de tal modo que consiguen ese efecto en el espectador. La voz del narrador que, si bien, en otras realizaciones puede resultar innecesaria, aquí es importante, debido a que se encarga de darnos alcances sobre lo que va sucediendo en pantalla. Asimismo, los instantes de humor encajan a la perfección con el resto del metraje, gracias a su uso correcto generan un ambiente de cordialidad. Por lo demás, está claro que no será una película que marque una época, sin embargo, destaca por su planteamiento: la rebelión de aquellos que no tienen voz.
Mitchel Ríos