Opinión
Insignificante
Un tipo cualquiera, en un lugar cualquiera, con un trabajo de oficina, no sobresale en nada, es uno más en la ciudad. Al terminar su jornada no tiene a nadie lo espere en casa (tampoco tiene en mente a ninguna persona en particular), se enfoca en cumplir con sus tareas y vivir a expensas de lo que sus jefes dispongan, es un simple mandado. Para la masa, que es un mero espectador, es un perdedor, un fracasado, pues no se ajusta a la imagen que se nos ha hecho interiorizar de lo que es un ganador. Esa cualidad, la de no destacar en nada, hace que pase inadvertido.
Y seguirá así, porque nadie se detendrá a conocerlo, nadie descubrirá el ingenio que esconde, nadie le dará una oportunidad para darse a conocer. No nació con estrella, tal vez, nació estrellado.
En 1960 se estrenó la película El apartamento (Billy Wilder, 1960), en ella se plasma la historia de C.C. Baxter, un personaje sin nada en particular, nada resaltante, es más, en cualquier otra historia podría pasar desapercibido, por el perfil bajo que tiene, pero dentro de esa vida anodina guarda secretos merecedores de ser contados.
El director, para realizar esta obra, se inspiró en un episodio de otra cinta, Breve encuentro de David Lean, en él, básicamente, se cuenta la historia de una pareja que utiliza la casa de uno de sus amigos para sus encuentros amorosos. Wilder y I.A.L. Diamond elaboran el guion, reformulan la idea y se centran en aquel ser que no tiene una aventura, pero tiene un piso para prestar.
En base a esa premisa se enfocan en la vida de un mindundi, uno de tantos personajes grises que no tienen un ser que los redima y haga qué, mágicamente, se solucionen sus problemas, al contrario, avanza de manera mansa en el camino marcado por su destino, no es un arquetipo que se rebele, aguanta todo lo que la vida le envía. Sus deseos son ninguneados en beneficio de los demás, que, aparentemente, tienen vidas más importantes y están por encima de él. Confunden su buena disposición, su buen trato, y abusan de sus buenas intenciones, en base a soltar promesas de recompensas futuras, que retribuirán sus infortunios.
Es raro ver una cinta catalogada como comedia que no abuse de las escenas de humor, ni de los gags de este género, pues en algunos momentos los personajes parecen rozar la tragedia. Debido a la forma de abordar su trama equilibra el uso de estos artificios. No obstante, esto se debe a que es una buena representación de la realidad que, a menudo, entremezcla en su discurrir comedia y tragedia, podemos reír o llorar en la misma medida, condicionados por el medio, ya que, irremediablemente, la existencia es una tragicomedia. Tal dramatismo otorga un ambiente sugestivo que nos hace estar atentos a lo que va aconteciendo en pantalla, de como alguien, un don nadie, sin demasiadas expectativas en la vida consigue otorgarnos una obra sobresaliente a través de sus sinsabores y resignaciones.
Mitchel Ríos