Opinión
Desconcierto
Un joven acaba de comprar un piso en una urbanización, una que se encuentra a las afueras de la ciudad, al parecer está situada en uno de sus ensanches. Su nueva vivienda forma parte de un enorme edificio, en donde se rigen por sus propias normas, como en cualquier lugar del mundo, un complejo habitacional es un microcosmos que, a veces, parece abstraído del exterior. Su vida, aparentemente, sigue como siempre, trabaja, hace deporte y termina el día en su habitación, una monotonía que parece seguirá así, sin nada que trastoque su rutina, solo quiere asentarse lo antes posible y poder confraternizar con sus vecinos.
La película High-rise (Ben Wheatley, 2015) muestra un mundo distópico en donde un lugar que debería ser perfecto cae en la absoluta anarquía debido a lo impredecible de la naturaleza humana. Su narración, si bien confusa, se enmarca dentro de un conjunto de referencias que nos embarcan en la aventura de ver los entresijos de lo que, en apariencia, puede ser la perfección y como se va degradando, así como el relato mismo de su trama.
El director, con cierto humor negro, nos muestra una serie de personajes que se interrelacionan entre sí en un ambiente ideal que, conforme vamos conociéndolos a través de los ojos del Robert Laing, dan muestras de sus defectos, pues lo que al principio era un lugar impoluto, se va desvirtuando, debido a que el doctor se convierte en la pieza que rompe la armonía, altera el universo del interior del edificio. El inmueble sigue mostrándose perfecto a los ojos del observador exterior, de aquel que no se adentra en su territorio.
¿Cómo es posible que lo perfecto se transforme de improviso (tan rápidamente) en caos?, esto se debe a que tal perfección no existía, sino que era la idea inicial, imagen predefinida que tenía el nuevo habitante, por eso, todo es un simple espejismo, no era su cara real, el inquilino no percibía su fisonomía porque estaba en el proceso de asentarse. Quien sabe los tejemanejes de la obra es su diseñador, él ha ideado una construcción que emula una mano abierta, además de diversos componentes que dan la idea del diagrama de algún proceso psíquico. Sobre el papel, su idea es maravillosa y fue de ese modo que quiso llevarla a la práctica, aspirando con ello a que se convirtiera en un paradigma de las urbanizaciones, pero también es consciente del error que cometió, introdujo demasiados elementos que pujan y se enfrentan entre ellos.
En esa comunidad cada personaje cumple una función, porque son la savia que se mueve en los pisos (venas) de la edificación, conformando el organismo que aparentemente vive en un bucle infinito conformista, que no aspira a un cambio, sino que prefieren que todo siga bajo el mismo orden. Esta normalidad (el uso hace la norma) se resquebraja con la aparición de Robert, quien hace despertar a los residentes del letargo en el que viven, generando esa confusión de la que somos testigos durante el metraje de la cinta.
Mitchel Ríos