Opinión
Integridad
En pantalla se ve a un tipo demacrado, al parecer no atraviesa una buena temporada, sin empleo y a punto de tocar fondo, se siente atado a las costumbres que otrora lo hicieron pertenecer a un gran grupo guerrero. Sin embargo, es un cabezota, antes muerto que perder el orgullo que le queda, a pesar de que parezca lo contrario, prefiere morir con honor a continuar una existencia despojado de él, por eso, y como último recurso, decide mostrar su valentía dirigiéndose a la casa de un señor feudal con la esperanza de que entienda la situación en la que se encuentra, más, las cosas se tuercen y no salen como él espera, es ninguneado y puesto a prueba: ¿será capaz de cumplir las tradiciones?
Una película que habla sobre el honor y el orgullo, es Harakiri (Masaki Kobayashi, 1962), esta obra se encarga de exponer los parámetros bajo los que se movían los gloriosos samuráis y la forma en la que su dependencia de un señor los hacía estar a expensas del sistema, por eso se ve la decadencia de quienes han perdido su puesto a causa de distintos acontecimientos y están malviviendo debido a su fe ciega en las costumbres, siguiendo las reglas a rajatabla, aun a costa de su bienestar.
La época de paz, aparentemente, es buena para los ciudadanos, pueden vivir tranquilamente y dejar de lado el temor a un futuro incierto, pero esta no trae beneficios para todos. A lo largo de la película Harakiri observamos que la clase guerrera no tiene sentido de existir en días sin guerra, porque su fin es combatir. Sin conflictos en la sociedad o, por lo menos, en la que se nos muestra en la cinta, no hay un lugar claro para el protagonista, nadie se hace cargo de sus necesidades, así mismo se nos relata como debe hacer frente a su nueva realidad, encontrándose en la tesitura de no poder dedicarse a otra actividad porque está marcado por su pasado.
El director de la obra hace una crítica a los valores que sustentaban ese tipo de sociedad, la feudal japonesa, pues considera que el respeto a ojo cerrado de esos preceptos antiquísimos que rozan, en determinados momentos, lo insensato, es de necios. Esto se condensa en una premisa que se lee durante el visionado del filme: no se pueden seguir normas inhumanas, bajo la idea de que el honor es lo más valioso que tenemos y no la vida. Kobayashi coge a un personaje representativo de Japón para decirnos que no sirve de nada ser honorable cuando no se tiene nada que comer o no se tiene salud.
La narración presenta escenas llenas de fatalismo y miseria, así como instantes de profunda tristeza, su forma de plantearnos una historia que se sustenta en una trama atractiva, hace de ella una figuración de un mundo antiquísimo que ha pervivido en el imaginario de la sociedad japonesa, imperfecto como el del presente, en donde sus arquetipos tratan de encajar en ese tejido social que muchas veces les da la espalda.
Mitchel Ríos