Opinión

Desde la prisión

Últimamente siento que veo la misma película, una y otra vez, aunque se trate de distintas producciones. Se asemejan bastante; parece que siguieran la misma receta, quizá lo hacen porque, al no salirse de ella, se aseguran sendos éxitos en taquilla y, de esa forma, consiguen recuperar la inversión monetaria. No soy un iluso, sé que el mercado es así, como dicen, nadie da duros a cuatro pesetas, se apuesta por lo seguro para obtener réditos. El despliegue propagandístico para atraer la atención del público cuesta un dineral, por eso se ven condicionadas por este factor. Por otra parte, hacer lo contrario, es decir, ofrecer un producto distinto, puede tener resultados calamitosos, muy alejados de los deseados; es arriesgado invertir tiempo y dinero en empresas así, por eso se ven pocas de este estilo en el cine actual. Son contados los que se animan a innovar y ofrecer obras que provoquen sensaciones encontradas en los espectadores. Esto, también, se puede extrapolar a otros ámbitos artísticos y literarios.
Una película/documental curiosa, que me ha dejado un buen sabor de boca, es César debe morir (Cesare deve morire, 2012, Paolo y Vittorio Taviani), gira en torno a la participación en un taller de teatro de un grupo de reclusos en la prisión de alta seguridad de Rebibbia, en Roma. Se inicia por el final, muestra el fruto de los ensayos, las horas dedicadas y la calidad de la dirección, luego nos retrotrae a la génesis de la puesta en escena, al ser parte del pasado y estar conformada por recuerdos, se nos muestra en blanco y negro, a diferencia de la escena inicial a todo color, con esta retrospectiva nos da las pistas necesarias para entender las motivaciones de cada uno de los actores, así como el camino que recorren para llegar a la excelencia interpretativa.
La magia de esta obra reside en hacernos olvidar la calaña de los figurantes, no podemos perder de vista que están recluidos ahí por haber cometido diversos delitos —al ser una prisión de alta seguridad, esos crímenes son graves—, por eso el filme se centra en el aspecto interpretativo de los actuantes, nos introduce en los entresijos de la representación. De esta forma nos abstrae de cualquier elemento que pueda distraernos en el seguimiento de la trama. Gracias a esa estrategia, podemos ser testigos de la evolución de esos seres prisioneros, la interiorización que hacen de sus personajes y como pasan a formar parte de su día a día, hasta el punto no poder distinguir el momento en el que dejan de actuar; llevan a todas partes sus ensayos, se los puede ver en el patio, en las celdas, en las circunstancias que les son posibles. El arte les ayuda a olvidar su realidad, consiguen dejar de pensar en las razones que los llevaron a ser encarcelados, en ese lapso se demuestran que no todo está perdido.
Esta producción se inspira en la pieza teatral Julio César, escrita por William Shakespeare en el siglo XVI, es una versión libre, el director se encarga de hacérnoslo saber al final de la misma y a su vez toma como referente el filme realizado en 1953 por Mankiewicz, en donde destaca la interpretación de Marco Antonio por parte de Marlon Brando.
Lo mejor de «Cesar debe morir» es la naturalidad y honestidad de cada uno de sus intérpretes, al encarnar a esos arquetipos ficticios consiguen escapar de sus fantasmas, aunque suene a contradicción, se sumergen en ese drama para escapar del suyo. Durante ese tiempo dejan de ser unos seres apartados de la sociedad y se convierten al ciento por ciento en el personaje que encarnan.
Implícitamente se juega con la idea de que cualquier ser, por muy despreciable que sea, tiene cosas buenas por ofrecer. El realizador del taller otorga a esas almas atormentadas una segunda oportunidad, tal vez, añorada. Sin embargo, al final de la función y de las celebraciones, no pueden evadir el castigo, tienen que cumplirlo, por esa razón, son recluidos nuevamente; no obstante, ahora, después de la ejecución teatral, no son los mismos, han cambiado, sus palabras resuenan al chocar con los muros y como dice uno de los personajes: «Desde que me familiaricé con el arte, esta celda se ha vuelto una prisión»

Mitchel Ríos

Lume

Agli