Opinión
Admiración
¿Cómo reaccionaríamos si tuviéramos delante a una persona que admiramos?
Decir o describir la reacción que tendríamos sería difícil de indicar —somos diferentes—, quizá nos quedaríamos sin palabras, tendríamos miles de preguntas, pero no podríamos formular ninguna, el miedo escénico nos dejaría con la mente en blanco.
No es lo mismo imaginarse como sería a estar en el momento. En nuestro mundo de fantasía haríamos miles de cosas; es curioso, cuando pensamos en situaciones determinadas nunca sufrimos de los azares o los lapsus de no saber que decir y/o hacer, siempre sabemos y tenemos claro como desenvolvernos; cierto, en un contexto en donde todo juegue a nuestro favor, podríamos preguntar: ¿Cómo fue que llegó al nivel en la actividad que desempeña?, ¿cómo logra esas representaciones que encandilan a tantas personas?, añadiendo razones para que sea un espejo en el que nos vemos y la razón por la cual nos dedicamos a hacer lo que hacemos, por ello tratamos de emularlo. Sencillamente, estas afirmaciones son un conjunto de especulaciones, las cosas nunca salen como las idealizamos en ningún aspecto de nuestra vida.
El filme Dulce y melancólico (Sweet and lowdonw, 1999), dirigida por Woody Allen se basa en la biografía (inventada) del mejor guitarrista de jazz de los Estados Unidos de los años 30, Emmet Ray (interpretado por Sean Penn), pero a nivel mundial es el segundo mejor guitarrista, el mejor de todos es un europeo llamado Django Reinhardt.
El guitarrista, un personaje: bohemio, egocentrista, indisciplinado y petulante, dueño de un talento natural para realizar su actividad, pero qué en muchos aspectos parece improvisar; el azar se hace presente en el desarrollo de su historia, su ingenio le da sentido a su desenvolvimiento en ese mundo ideal, pero poco a poco comienza a demostrar flaquezas que con el transcurrir de la narración se van haciendo patentes, denota en su construcción dentro de la trama la caída de la figura de esta celebridad. Los excesos a los que se expone mellan su desarrollo y encamina en otra dirección todas sus acciones, por eso al proseguir con la trama sufre cambios y al final termina siendo una caricatura de lo que fue al inicio, dejando abierto el destino del mismo.
Django Reinhardt fue un guitarrista belga, dotado de una gran y pulida técnica para tocar este instrumento musical. Realizó muchas aportaciones —originales— al Jazz. En un incendio sufrió la atrofia de los dedos anular y meñique de la mano izquierda.
Era dueño de un estilo único, su forma peculiar de tocar el instrumento le hizo hacerse con fama y prestigio dentro del mundo musical, llegó al nivel de grandes estrellas, admiraba a Louis Armstrong, se le considera un revolucionario del jazz y del swing.
Emmet Ray admira a Django Reinhardt, reconoce a regañadientes que es mejor que él —cuando está a solas— sin embargo, no lo reconoce abiertamente y cuando se refiere a Django en público lo hace utilizando epítetos, nunca lo nombra de manera directa.
En contadas ocasiones han podido llegar a conocerse, pero el personaje interpretado por Penn evita por todos los medios que ese encuentro se dé. Las situaciones en las que se mete para no ver a su guitarrista fetiche desencadenan en situaciones jocosas, sufre desmayos y alguna que otro accidente.
Una explicación puede ser que considera mejor el quedarse con la figura idealizada del artista al que admira y no traerse por los suelos esa imagen perfecta que tiene; se entiende está actitud, es mejor vivir con una idea abstracta, más amigable, perfecta, sin ninguna mácula de imperfección —mejor es vivir deseando que tener, porque cuando eso sucede uno se crea muchas ideas y ninguna es defectuosa, todas se adecuaran a lo que nosotros precisamos para tener un espejo diáfano en que reflejarnos—, sin embargo, no debemos olvidar que las personas perfectas no existen.
Mitchel Ríos