Opinión
Ver para creer
En internet, muchas veces, me he topado con páginas cuya temática se centra en brindar servicios de predicción de la suerte —destino—. Para algunos es importante escuchar una frase que les dé esperanzas y dejar de lado la incertidumbre ante lo venidero. No solo en este medio se ofrecen estos servicios, a ciertas horas, en especial pasada la medianoche, en varios canales de televisión se pueden ver programas enfocados en la lectura del tarot, las llamadas que suelen recibir son en su mayoría de gente mayor. En estos espacios los conductores realizan un papel motivacional y aducen que sus predicciones son las más precisas; en comparación con las de la competencia aciertan más veces.
La metodología utilizada para efectuar la predicción es la misma. Preguntan el motivo de la llamada, luego realizan diversas interpelaciones para ir recabando información, más adelante, sin dejar de hablar, emprenden la lectura de las cartas, en este punto, comienzan a decirles a los clientes lo que quieren escuchar y repiten al dedillo ciertas fórmulas —debidamente aprendidas—, a todo esto, se le suma una frase final —esta es de su cosecha—. Para darle credibilidad a su perorata afirman que lo expuesto es cierto, se cumplirá; no se debe dudar de su vaticinio.
Los seres humanos buscamos creer en algo —es parte de nuestra naturaleza—, de esta forma el mundo tiene sentido ante el caos. Las certidumbres nos dan seguridad, por eso ciertas personas se embarcan en la lectura de libros de autoayuda, buscan en un libro las pautas para encontrar el bienestar. Suelo preguntarme si los autores de este tipo de textos llevan una vida tan plena o solo sirven para dar consejos, mas no para poner en práctica cada uno de los postulados que conforman su discurso.
Cuando concebía estas líneas pensaba en Choi Yoon-Hee, bautizada con el apodo: «La sacerdotisa de la felicidad», por su defensa a ultranza de su idea del bienestar. Escribió veinte libros de temática motivacional, en ellos hablaba de la felicidad y la esperanza, también participó en varios programas de televisión, esto la convirtió en un personaje mediático. En el año 2010 terminó suicidándose con su esposo, esto asombró a sus seguidores. Al parecer tenía problemas, pero eso se lo llevó a la tumba.
Todos podemos hablar o escribir sobre la felicidad y tratar de motivar a las personas, sin embargo, no significa que el escritor sea un ser superior, alejado del entorno problemático de sus lectores, tal vez piense una cosa y escriba otra. No por saturarse con la lectura de textos sobre estos temas se logrará la ansiada estabilidad emocional, los libros que lo abordan no dejan de ser especulativos, por lo tanto, tomarlos al pie de la letra es una necedad. Esta escritora salía en la televisión, por ende, tenía un papel asumido, no olvidemos que todo lo que aparece en la caja boba no es más que un show armado para entretener y aleccionar al público. Hablaba de asuntos felices, pero no lo aplicaba en su vida.
Cuando era pequeño me gustaba leer el horóscopo en el periódico, después de llenar el crucigrama y la sopa de letras. Las frases escritas me parecían buenas, quizá si las tomabas en serio podían guiar tu camino. Con el tiempo descubrí lo genérico de cada uno de los mensajes para cada signo del zodiaco, su predicción era vaga, a veces parecían consejos, de esa forma dejaban abiertas diversas posibilidades. Debajo de cada texto venía la leyenda: Recuerda que las estrellas predisponen, pero los seres humanos son quienes marcan sus destinos. Esta era una forma de lavarse las manos y de quitarse la responsabilidad de lo poco acertados de sus augurios.
Con los signos del zodiaco se llenan cientos de páginas a diario en las redes sociales, detallan el carácter, la forma de ver la vida y el comportamiento de los nacidos bajo determinado hado, como si se tratara de un manual con el que podemos conocer a toda la gente del mundo. ¿Cuántos seres humanos habrá por signo?, millones. En esta línea, considerar que todos ellos se comportarán del mismo modo a causa de ese designio, sería un disparate, no se puede creer en algo sin fundamento real.
Mientras tanto, sigo viendo uno de esos programas de lectura de cartas, en la parte inferior un cartel nos dice el número al que debemos llamar, en letras pequeñas un texto que se mueve de derecha a izquierda nos informa del valor del minuto y fracción del servicio, a veces es alevosa la forma en la que alargan la formulación del presagio, les interesa mantener al cliente el mayor tiempo posible al otro lado del auricular. No sé si los usuarios de estos servicios lograrán satisfacer su necesidad de saber cómo les irán las cosas, tampoco sé si su apuro por creer y confiar en algo se sosiega, eso sí, su única certeza será el gasto extra en la factura del teléfono.
Mitchel Ríos