Opinion
Un grito silente
Estos días los noticieros han abordado el tema de la migración, tópico utilizado por muchos para llenar los espacios informativos, debido a sucesos acaecidos en Europa. Cuando se habla del problema de la migración, no se habla del migrante que entra con los permisos debidos y/o autorizaciones, se hace referencia al que entra de modo ilegal a un país. Para los políticos europeos esto se produce por el denominado «efecto llamada», ocasionado por el proceso de legalizaciones, lo que produce la llegada intensiva de nuevos migrantes. En declaraciones recientes los más radicales sostienen que la migración solo trae retraso, pues, únicamente llegan parásitos que buscan vivir de las riquezas de los países a los que llegan; para este discurso se escudan en el mal llamado nacionalismo y en la preservación del estilo de vida del país. El nacionalismo llevado a su extremo, ha dado pie a las peores brutalidades, hoy en su modo neo (ultra) sigue causando neo brutalidades; sigue cometiendo los mismos atropellos, denigra al otro por el hecho de haber nacido en un país distinto al suyo.
El viaje del migrante ilegal a Europa es azaroso y peligroso. Los que se arriesgan a realizarlo lo hacen empujados por la pobreza y las guerras; con la ilusión de forjarse un mejor futuro y alcanzar un nivel de vida óptimo.
Los países de procedencia de estos individuos no ofrecen las garantías necesarias para su supervivencia y desarrollo adecuado. En otras circunstancias no sería necesario que se aventuren a la incertidumbre que conlleva migrar ilegalmente. Se exponen a caer en manos de gente inescrupulosa que negocia con sus vidas.
Lo llamativo del tema es que la mayoría de estos grupos provienen de naciones que poseen ingentes recursos naturales, sin embargo, en contraposición no tienen gobernantes capacitados para administrar estos recursos y así dotar al país de la infraestructura necesaria para manufacturar productos a partir de las materias primas que detentan; por ello relegan su explotación a empresas privadas que lucran con los bienes del estado y perciben cuantiosos beneficios dejando una renta irrisoria en el lugar de extracción de capitales.
El inmigrante sólo busca un mejor lugar para vivir, no busca que le regalen el pan, él sabe ganárselo si le das los medios en lugar de expulsarlo porque no cuenta con un papel que lo declare ciudadano.
Este fenómeno es algo que nos golpea en la cara, una y otra vez. Pretendemos cerrar los ojos y tratamos de alejarlo de nuestro pensamiento, como sí por no pensar en ello va a dejar de ocurrir.
Todos estos dilemas que conlleva la migración ilegal se vería solucionada con mejores políticas de estado que protejan a sus ciudadanos y den los medios primarios para subsistir. Es hora de que todos nos juntemos y seamos más humanos buscando el bien general desde un lugar que pueda irradiar un mejor porvenir. Tenemos que olvidarnos de los egoísmos, las pugnas individuales y por primera vez pensar como una sola raza.
Mitchel Ríos