Opinión
La soledad
Me gusta revisar las noticias, puedo pasar un largo rato leyéndolas. Estar informado es bueno porque sabemos lo que está sucediendo en el mundo; es común encontrar primeras planas con información llamativa. Los casos que más preocupan a los periódicos son los de: corrupción, terrorismo y deportes. Estos sucesos tienen alcance mediático, por eso les dedican páginas centrales, portadas y un número significativo de hojas; pero esas no son las únicas noticias que se pueden leer, si uno revisa en el interior de los diarios puede encontrar algún reportaje interesante, estos sucesos —de segunda categoría— no tienen la misma relevancia para los medios, lo que implica que no serán parte de los temas de conversación del ciudadano de a pie.
Hace poco leí sobre el caso de un hombre que fue encontrado muerto en su piso; no se interrelacionaba con nadie, solamente lo hacía por internet —tenía 3544 amigos en Facebook—. De un día para otro dejó de comunicarse con sus interlocutores virtuales, una de sus amistades había quedado para charlar un día con él y no pudo ser; pensó que tal vez se había quedado sin saldo en el móvil, —era algo corriente—. Ante tal situación trató de ponerse en contacto en la red con gente que podía conocerlo, incluso puso un aviso; ninguno de esos supuestos conocidos supo darle alguna pista sobre su paradero —eso le causó indignación, no era posible que siendo lo popular que era en las redes nadie supiera nada de su situación—. La preocupación seguía en aumento hasta que un día la policía encontró su cuerpo entre kilos de basura. Sufría el síndrome de Diógenes, acumulaba de forma compulsiva desperdicios. Es común que aquellos que lo sufren sean personas solitarias, hurañas y con una existencia desdichada.
Otra de las noticias que me llamó la atención fue la de una señora hallada muerta en su vivienda, nadie se dio cuenta, pensaron que tal vez había viajado; conforme fue pasando el tiempo comenzaron a ver que el correo se acumulaba en su buzón, la casa —por fuera— daba signos de abandono y su coche estaba cada vez más empolvado y sucio. La mujer no tenía demasiada relación con sus vecinos, su trato no pasaba del hola o algunas palabras esporádicas. Durante cuatro años no se supo nada de ella, hasta que la policía, debido a la denuncia de un vecino, entró en su domicilio y encontró su cuerpo momificado.
Morir solo debe ser algo penoso y que nadie se percate de nuestra ausencia aún más. En el primer caso, fue por la motivación de una amiga virtual que las autoridades localizaron el cuerpo, si hubiera sido por los vecinos tal vez no lo encontraban. En el segundo caso, lo más llamativo es que esperaron cuatro años para ponerse en contacto con la policía, ¿no era algo extraño ver que su coche no se movía del lugar de aparcamiento?; ¿nadie se sorprendía de no cruzarse con la mujer por lo menos una vez a la semana? —siempre, queramos o no, nos topamos con alguien, aunque no seamos amigos—. Estamos llegando a tal nivel de desapego qué nos da igual ver o no ver a las personas, no hablo que nos preocupemos por todo el mundo, pero por lo menos de los más próximos. Cuando leí estás noticias me quedé con una sensación de vacío —pensar que estas cosas pasaban y no se podía hacer nada—. Nadie merece morir de esa manera y menos aún que su muerte pase desapercibida.
Vivir en soledad es un estilo de vida muy de moda en estos tiempos, basado en la motivación del medio, ser autosuficiente es lo mejor, no depender de nadie. El ser humano es un ser social por naturaleza, aislarse significa ir en contra de lo que somos. Es triste leer sobre casos de personas que mueren solas, sin nadie que reclame sus restos y que son enterrados en fosas sin nombre.
Los casos que expuse son una muestra de los muchos que suceden, no son primera plana y pasan desapercibidos, sin embargo, no deberían ocurrir; son vidas que se pierden en situaciones lamentables —el medio los fue apartando, empujándolos a vivir en soledad, sin nadie para quienes fueran importantes—. Estamos expuestos a pasar un trance de ese tipo, no sabemos que nos deparará el destino; espero que no sea uno en el que muramos solos y nadie se inquiete o lo haga pasado un tiempo, en estos casos la preocupación que demostró el entorno fue en vano, nada de lo que pudieron hacer consiguió devolverles la vida a esos cuerpos que fueron encontrados en sus hogares sin rastro de la humanidad que alguna vez tuvieron.
Mitchel Ríos