Opinión
Camino a la evolución
En uno de los puntos neurálgicos de Madrid, la calle Gran Vía, se encuentra La Fundación Telefónica. En sus instalaciones, estos días tiene lugar la exposición «Más allá de 2001: Odiseas de la inteligencia».
La muestra está dividida en tres arcos didácticos: El despertar de la inteligencia, en el universo de la IA y el futuro de las inteligencias y más allá del infinito.
Al adentrarse en el primero, uno puede admirar, en el casco de un astronauta, la imagen de unos monos jugueteando. Es un video corto, pero sumamente ilustrativo. Con este documento se ejemplifica cómo, a partir de lo instintivo, se pudo pasar a dar el primer paso hacia la evolución, es decir, posicionarse en el sendero de la vida inteligente. Para dar más realce a este registro, en una de las paredes hay una infografía que muestra la creación intuitiva de las primeras herramientas humanas, así como extractos de la película de Kubrick, enfocados en nuestra capacidad de simbolizar, en resumen, las características que nos hacen ser seres humanos.
En ese proceso de desarrollo surge la idea de crear la inteligencia artificial para interaccionar de forma más efectiva con las máquinas, con este pensamiento nos adentramos en el segundo eje, por eso podemos observar diversas muestras de esa coexistencia.
En un televisor típico de los años noventa del siglo pasado vemos al ajedrecista Kasparov en uno de sus encuentros con el ordenador Deep Blue. Este juego fue publicitado por IBM como la lucha entre el representante del género humano y el representante de las máquinas. La Deep Blue, era capaz de calcular millones de movimientos a la vez, en comparación a las que podía realizar el humano. Ni en varias vidas realizaríamos esa misma cantidad de procesos.
En la misma exposición, se halla la pintura Next Rembrandt. En un mini documental se muestra la forma en la que ha sido creada, para este fin se tomó como base un algoritmo desarrollado a partir de la obra del pintor holandés. Durante el proceso de programación se estudiaron 346 de sus cuadros, se quería llegar a entender su evolución como artista, es así que se pudo crear esa pintura, basada en los datos derivados del estudio sobre el artista. Según sostenían los estudiosos llegará el momento en que la producción de los computadores alcanzará un nivel más que destacable, llegando, en este punto, a encontrarnos en la disyuntiva de tomarlas, o no, como obras de arte. Un asunto serio, porque esto cambiará nuestra forma de juzgar las producciones artísticas.
Más adelante, uno puede dejarse analizar por un ordenador parecido a Hal 9000, en un perfecto español da varias indicaciones: la forma de colocarte, mirar, el lugar en el que debes ubicarte, explora la capacidad de obtener y extraer datos de nuestros cuerpos. Después de hacerlo te invita a pasar a una sala contigua en la que se ven los resultados. Cerca del final hay una máquina llamada Mutual wave machine que estudia la actividad cerebral, por medio de algoritmos neurocientíficos, de dos personas.
De esta forma, con esta exposición, nos sumergimos en la evolución de la IA. Observamos su origen, presente y futuro, además de las esperanzas depositadas en ella, como el camino hacia destinos insospechados.
Mitchel Ríos