Opinión
Bienaventurados
Hace poco leí en un diario un titular que me llamó la atención: Nos quieren vender la pobreza como algo guay. De buenas a primeras este conjunto de palabras hizo que me preguntara: ¿Cómo es posible que la pobreza sea guay? En cierto modo todos aspiramos a vivir cómodamente y contar con los recursos necesarios para llevar un buen estilo de vida.
En una ocasión, durante el dictado de una cátedra, una profesora sostenía que todos aspiramos a ser burgueses, en ese momento, saltaron varios compañeros a decirle que cómo era posible decir que todos queríamos ser burgueses, si era la antítesis de lo que hablaba Marx, a estos compañeros les iba la onda marxista. No solo se quedaron en esa aseveración; luego añadieron: El tener sentido de clase impedía aspirar a pertenecer a un estrato que no solo se caracterizaba por explotar a sus subordinados, sino, también, era el causante de las brechas entre las distintas clases sociales, en pocas palabras deduje que no podía haber peor insulto, para uno de estos chavales, que el llamarles burgueses. Sin embargo, el asunto no iba por la cuestión de las clases qué, como sostenía Bourdieu, son simples categorías meramente didácticas que sirven para ejemplificar lo que sucede en la sociedad. La catedrática no lo dijo con el afán de causar desencuentros en el aula, sus palabras estaban exentas de cuestiones ideológicas, simplemente utilizó esa categoría para explicar de forma clara el estatus al que aspiramos a llegar, como dijo burgueses, pudo haber dicho tener una vida acomodada. La discusión no siguió a más; no se volvió a tocar el tema, era previsible que volverían a saltar los compañeros que estaban rotundamente en desacuerdo con la afirmación. Después de leer ese titular y, claro, el desarrollo de la noticia, me acordé de esta anécdota porque se refería al estilo de vida.
Está claro que las diferencias existen en todas las ciudades del mundo, en especial en las grandes urbes, a veces es llamativo pasar por el Hotel Palace y, a unos cien metros, toparse con gente durmiendo en la calle o ver en el transporte público a personas pidiendo dinero, suelo coincidir con unos cuantos cuando voy al trabajo. Ahora bien, la línea que nos separa a muchos de terminar en esa situación es delgada. Estos contrastes demuestran, lamentablemente, que aún seguimos en crisis y por lo que se ve, en los distintos noticieros, esto va para largo. Viendo que estas condiciones nos acompañarán por un buen tiempo, algunos medios de comunicación se han embarcado en la empresa de normalizarlas. Desde cualquier punto de vista esto es inaceptable, pero es probable que no decaigan en su empeño. En algunos medios colocan titulares como: La última dieta hípster es comer de la basura y tiene un nombre: Friganismo; la nueva tendencia es vestirse como pobres, los ricos lo hacen y se denominan ProbRicos. A pesar de que suenen a broma o tomadura de pelo, estos rótulos son utilizados, en diarios de tirada nacional, para meternos en la cabeza que no estamos tan mal como creemos; eso conlleva, implícitamente, que aceptemos nuestra realidad y, si es posible, tomarnos las circunstancias de la mejor manera, no olvidemos que ser pobre es estupendo, es lo mejor que nos ha podido pasar, en ese sentido la iglesia nos recalca: bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de Dios. Ni más ni menos.
Mitchel Ríos