Opinión

Bajos estándares

Unos años atrás, por obligación, fui a realizar una serie de gestiones, no tengo demasiada experiencia en estas lides, pero hasta ese momento tuve la satisfacción de hacer mis trámites en otras áreas sin efectuar más de dos visitas a sus oficinas.
No esperé demasiado para notar que este papeleo sería problemático, desde el momento de solicitar cita ya generaba inconvenientes, pues era difícil hacerse con una y ni que decir del trato, la gente que te atendía parecía estar ahí de adorno.
Es así como eché de menos el servicio que brindaban en la otra oficina, en la que se hacían en un tiempo prudente. De esta manera pude hacer una comparación y sufrir en mis carnes las dos caras del funcionamiento del ayuntamiento.
Al salir de aquel lugar pensaba sino sería difícil que todos los servicios se comportaran de la misma manera, ya que al tener la eficiencia como norma los ciudadanos dejarían de estresarse innecesariamente, sin duda esto sería un gran avance en la sociedad, tener unos que no bajaran del notable de calificación, debido a que es frustrante ver como una diligencia sencilla demora más de lo debido a causa de la desidia de un funcionario público que, aburrido por su trabajo, pone trabas constantemente. No es pedir demasiado un servicio eficiente.
Al final, tras muchos dolores de cabeza, logré sacar adelante mi trámite, acentuándose la idea de que este servicio podría ir mejor, ya que tenía con qué compararlo.
Durante varios meses no tuve que hacer procedimiento alguno, por lo menos de forma presencial, hasta que me vi en la obligación de hacerlo, por suerte —pensé— sería en el área en la que la última vez me brindaron un buen servicio (y trato). Sin embargo, grande fue mi sorpresa al notar que las cosas habían cambiado desde la vez anterior, el servicio era pésimo y lo demás también había emporado.
Al final, no es que los departamentos que trabajan mal, mejoren, lo que sucede es que llega un momento en el que, aparentemente, se confabulan todas las áreas del ayuntamiento para que su labor se equipare, de tal modo que no existan comparaciones y, dentro de todo lo malo, nos conformemos con el que cumple, más o menos, a cabalidad su cometido, es decir, hacen que nuestros estándares se reduzcan, en favor del mínimo esfuerzo del burócrata, llegando al grado de resignarnos y aceptar su desempeño tal cual se nos presenta, sin las exigencias debidas.
No quiero pensar que este comportamiento se esté convirtiendo en la norma, quiero creer que ha sido una casualidad, he tenido la mala suerte de toparme con servidores que simplemente estaban en un mal día. Asimismo, si esto fuera algo que se va a establecer, no quiero imaginar cómo será nuestro futuro, quizás nuestra sociedad ha tocado techo, ya evolucionamos lo que teníamos que evolucionar y nuestro cerebro no da para más, de ahora en adelante todo irá a peor. No obstante, probablemente esto se deba a algunos rastros de la pandemia que nos afectó durante el dos mil veinte, cuando todo se normalice los estándares subirán y volveremos a ser exigentes con lo que se nos ofrece.

365