Opinión

No dejar de creer

Se acaba de celebrar el mundial de Básquet en China. Participaron las mejores selecciones del mundo y, durante las semanas que duró, pudimos visionar una serie de partidos que nos mantuvieron delante del televisor como posesos, a causa de lo emocionante de sus encuentros.
La primera vez que vi baloncesto fue por seguir algunos partidos de la NBA; me llamaba la atención el juego de Michael Jordan. Por él me volví seguidor de los Chicago Bulls, no sabía con certeza a que hacía referencia el nombre, pero me gustaba como jugaba. En las olimpiadas de 1992, en Barcelona, desplegó toda su magia con el «Dream Team» y ganó, merecidamente, la medalla de oro para los EEUU.
En el último mundial de Básquet se enfrentaron 32 selecciones, provenientes de distintas partes del mundo, divididas en 8 grupos. En casa lo seguimos porque participaba la selección española, a pesar de lo criticada que fue por la prensa especializada por considerarla como la de menos calidad en muchos años, además a eso se sumaba la baja, por lesión, de Paul Gasol. Nosotros teníamos la esperanza de que realizarían un buen torneo. En el encuentro amistoso contra Estados Unidos mostró que su juego iba de menos a más y, a pesar de haber perdido, sirvió para que se recuperaran sensaciones, llegando con buen ánimo al inicio del campeonato.
Para hacer frente a las críticas negativas, los integrantes del equipo comenzaron a hacer una campaña en la que se autodefinían como familia, siendo uno de los hashtags más utilizados en Twitter; esta forma de considerarse fue lo que a la postre les valió para avanzar en el torneo, en dónde, a pesar de conseguir triunfos, no alejaban las dudas sobre su juego, pues ganaban con lo justo, hasta que llegó el partido contra Serbia, la más temida de las selecciones europeas, una de las candidatas a ganar el mundial. En este enfrentamiento sacaron a relucir su buen juego y fue el punto de quiebre para que tomara forma la idea de lograr su segundo campeonato mundial, el anterior fue en el 2006 en Japón.
Con el ánimo a tope se clasificó a cuartos y se le ganó de forma clara a Polonia; en semifinales se enfrentó a Australia. Este partido fue el más vibrante de todos los que tuvieron lugar en este mundial. El juego desplegado por el equipo de Oceanía fue el mayor escollo que tuvo en su camino la selección. Su base Patty Mills fue una pesadilla durante todo el match, con sus tiros certeros puso contra las cuerdas al equipo hispano, sin embargo, cuando más se los necesitaba hicieron su aparición Marc Gasol, Ricky Rubio, Rudy Fernández, Sergio Llull, Víctor Claver, así como el resto de integrantes. A pesar de ir en desventaja, durante buena parte del encuentro, echaron el resto en el último cuarto; demostraron su valía y consiguieron el empate. En la primera prorroga no lograron deshacer la igualdad, por eso fueron a una segunda, en la cual el marcador se decantó del lado del conjunto dirigido por Sergio Scariolo, sin lugar a dudas esto hizo que salieran con más confianza para jugar la final.
El último partido fue otra historia, se ganó claramente, gracias a los pocos errores cometidos. En ningún momento dejó al equipo argentino desplegar su juego; estuvieron acertados en defensa —esa fue la clave para conseguir el triunfo—. El equipo sudamericano no hizo un mal encuentro, pero España se encargó de hacerlo sentir incómodo desde el inicio, sacando a relucir carencias que no se le vieron durante todo el campeonato al equipo de Scola.
Se ganó la copa del mundo, tras el pitido final las redes sociales y los noticieros se llenaron de reseñas celebrando el logro; atrás quedaron las críticas y la poca fe que se tenía en obtener este trofeo. Los jugadores siempre confiaron en su potencial, lo dieron todo, con esa actitud estaban seguros de salir airosos. Al final, el resultado les dio la razón, ellos nunca dejaron de creer.

Mitchel Ríos

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