Opinion
Dulce convivencia
La buena convivencia en la gran aldea se da por la disposición de la gente a respetar a los demás, los derechos de uno terminan en donde empiezan los del otro; todos somos conscientes de las diferencias existentes, no seremos iguales, nada -ni nadie- aspira a ser igual a otro, sin embargo, los grupos reaccionarios son los encargados de frustrar cualquier tipo de avance en materia de tolerancia, proponiendo el odio al diferente.
Uno de los puntos de ataque es el de la opción sexual, sustentando en cuestiones biológicas las diferentes identidades, eres hombre o mujer, no hay más -por haber nacido en un espacio donde a todo el mundo les gusta el tango a ti tiene que gustarte también-. Esos convencionalismos se sustentan en el dominio que ejercen unos sobre otros. Los grupos que detentan el poder pretenden indicarnos la manera en la que debemos desenvolvernos en la sociedad, buscan condicionar nuestra forma de pensar (los niños tienen pene, las niñas tienen vulva, que no te engañen).
El tema central del ataque a la opción sexual reside en mezclar el concepto de identidad de género con el de ideología de género, cosas diferentes desde cualquier enfoque. La identidad es un concepto que dentro de la diversidad se reconoce como una diferencia con el mismo valor que el resto de identidades (sí existe la idea de heterogeneidad en cuestión de pensamiento, ¿por qué no pensar lo mismo en cuestión de género?). En ese campo la identidad de género se basa en la idea que tenemos de nosotros, la forma en que nos presentamos, autodefinimos como seres sexuales y la forma de relacionarnos con el entorno; por otro lado, la ideología de género, un concepto surgido dentro del movimiento feminista para reivindicar la igualdad, sostiene que la diferenciación sexual no es innata, en el medio social conforme uno se va desarrollando va construyendo la idea de lo que es: heterosexual, homosexual, lesbiana y transexual; la opción sexual como tal es una construcción cultural.
Identidad e ideología se deben separar, una es práctica y la otra pedagógica; similar al criterio de clases sociales, su definición es puramente formativa, no obstante, los que existen son los espacios sociales, constituidos por dimensiones que interactúan entre sí; lo análogo se produce con la ideología de género y la identidad de género, una instruye y la otra interactúa con las demás identidades en los diferentes ámbitos sociales. Cada individuo es un mundo distinto y cada identidad es un mundo aparte.
En donde se concentra la mezcolanza de ideas para desacreditar cualquier tipo de discrepancia -con el discurso oficial- es la religión. Independientemente de que credo profese cierra sus puertas al pensamiento variado y a cualquier tipo de reclamo. Su poder se basa en el pensamiento único, en un acto ingenioso trata de confrontar a los miembros de la sociedad, utilizando de manera maquiavélica algunas categorías, oscurece algunos conceptos y les da el sentido que precisa, ha dejado de ser la institución a nuestro servicio, nosotros somos los servidores, por algo ellos son dueños de la verdad. Es frustrante discutir con alguien que sostiene que su forma de pensar es la verdadera, única y absoluta, cerrándose a cualquier discrepancia y aludiendo la forma de pensar distinta a cosas maléficas, el maligno es el que mueve los hilos de las ideas disidentes. A mí una vez me acusaron de ser manipulado por las ideas que la universidad me inculcaba, la filosofía no es buena para los que aspiran a llegar al cielo –me dijeron-, lo único que dije fue que gracias a Dios tenemos libre albedrío, pensamos de forma distinta, no busco convenceros con mis ideas así que no vengáis a imponerme las vuestras.
Mitchel Ríos