Reseña

Víctima de tus preferencias

Usualmente, cuando creamos una cuenta en cualquiera de las plataformas que nos ofrecen contenido multimedia, como parte del proceso de identificación, se nos solicita determinada información sobre nuestros gustos o, en su defecto, durante el uso constante del servicio se va generando una ficha sobre el tipo de programas que consumimos. De acuerdo a esos registros se elaboran listas que se adecuan a nuestros visionados previos, las frases que utilizan son del tipo: porque has visto tal serie, te recomendamos… o películas que tienes que ver. Es cierto, a muchos, esas recomendaciones nos ahorran tiempo, no nos desgastamos realizando una búsqueda que, a menudo, puede llegar a ser infructuosa.
No es malo recibir recomendaciones, sin embargo, estas plataformas utilizan algoritmos que constantemente nos encauzan a ver lo que ellas quieren, de ese modo y de forma sutil, nos conminan a ver productos que, supuestamente, se basan en nuestras predilecciones.
Con las frases ambiguas que utilizan estos entornos perdemos la perspectiva de que estamos recibiendo órdenes de soslayo, por eso, suena mejor leer: basado en… o no puedes perderte… que otras fórmulas más directas del estilo: cómo sabemos que tus apreciaciones no salen de cuatro parámetros esto se ajusta a lo limitado de tus gustos o porque nos damos la molestia de pensar por ti…, a cualquiera le sentaría mal observar un juicio de este tipo, porque si de algo se jacta la mayoría es de ser compleja y poco predecible.
Los programas que utilizan estos medios electrónicos, para monitorizar nuestro comportamiento, se van enriqueciendo gracias a nuestra interacción; memorizan todos los clics que realizamos y las búsquedas que efectuamos. Esta información se añade automáticamente a nuestro perfil, confeccionando una hoja de indicaciones, de ese modo, cada vez que ingresemos en sus ámbitos se basarán en la data recolectada para darnos más opciones de visionados, todo esto en aras de ofrecernos una experiencia más sustancial y personal.
Deberíamos meditar sobre las elecciones que hacemos, muchas veces, no son tan certeras, o libres, como creemos, ¿acaso no somos seres pensantes?, por lo tanto, no necesitamos que alguien más lo haga por nosotros, somos dueños de nuestro juicio, nadie debería inmiscuirse en ese entorno tan personal, desdeñando nuestra privacidad.
Esta forma de actuar se basa, simplemente, en la manera de comportarse de los navegadores o asistentes personales, además se adecúan a las distintas normativas que se han promulgado con respecto a la protección de datos personales. En teoría somos anónimos y nadie debería analizar nuestra trayectoria en la red, en este sentido, la justicia europea ha congelado una serie de demandas por piratería efectuadas en contra de usuarios.
La historia es sencilla: Usuarios que consumían contenidos en internet sin pagar una suscripción son pillados por la empresa que gestiona los derechos de dicho producto. Esta, haciendo valer sus privilegios, se ponía en contacto con la entidad que les proporciona el servicio de internet para identificar a los infractores, una vez establecido el nombre y dirección física de los usuarios, procedía a enviarles notificaciones, en dónde se les indicaba que si no realizaban el pago de 400 euros (100 en concepto de indemnización y 300 por los gastos de investigación y reclamación), serían llevados a juicio por el delito de piratería. El presunto infractor era el titular de la línea. Esto causó una serie de quejas, por la forma en la que venía actuando la parte demandante.
Tal vez la siguiente serie que veamos se deba a una forma leve de controlar nuestras decisiones, pero esto sería especular demasiado, el sistema virtual no es un medio manipulador. Si por algo es válido, es por la libertad que tenemos para movernos en sus confines.

Mitchel Ríos