Reseña
Limpieza
Me puse a hacer limpieza en casa —pero en esta oportunidad me empleé a fondo—. Adecentar una casa es una actividad común; la mayoría de las veces se hace de forma mecánica —no nos rompemos la cabeza—. Lo interesante, en esta ocasión, fue que me puse a limpiar mis libros, cada cierto tiempo los cojo y los ordeno, aunque después vuelven a su desorden habitual. Solía mantenerlos organizados, dependiendo del humor que tuviera, los podía poner por orden alfabético, por nombre de autor, por año de publicación, por tema, género, etc., como dije, dependiendo del día y de la motivación. Mientras estaba en la acción de quitar el polvo, descubrí títulos que no recordaba tener, es más, si los veía expuestos en cualquier librería, tal vez, terminaría comprándolos y, al parecer, eso me sucedió con algunos, porque tengo varios repetidos, pero, eso sí, en diferentes ediciones, quizás por eso la confusión y el no tener presente que los tenía. Sumado a ese desconocimiento de lo que poseo, se da la circunstancia de que no llevo una lista, muchas veces me he propuesto hacerlo, pero por dejadez, termino obviando esa pretensión.
Esa relación con los textos surgió en la infancia al ver hojas llenas de palabras que no entendía, me seducía la idea de llegar a conocer la información que poseían, a pesar de que, por esa época, los prefería con dibujos. Cuando aprendí a leer, comencé a adentrarme en la ficción. Con el tiempo pude comprarme algunos, los ordenaba cientos de veces, recordaba sus títulos, podía recitarlos al dedillo —eran pocos—, no sé sí eran los mejores del mundo, pero, para mí, eran grandes tesoros. Estaban colocados en una cómoda, en ese momento no tenían un lugar adecuado, desde mi punto de vista, no valía la pena invertir en un mueble que estaría vacío siempre y ocuparía, en la habitación, un espacio innecesario.
Mientras observaba los títulos, en mis estanterías, había ciertos rastros de polvo, lo curioso del caso es que no hay posibilidad de que lo cojan, no hay demasiados lugares por los cuales pueda entrar, muchas veces he tratado de desentrañar este misterio, pero nunca lo he conseguido, ¿será que surge de forma espontánea para que invirtamos tiempo quitándolo y, de ese modo, tenernos entretenidos?
Al ver la cantidad de libros se me hace difícil memorizarlos, solo consigo tener presente los que me acompañan a distintos viajes o han sobrevivido a las distintas mudanzas. Uno de estos días, tendré que seleccionar, nuevamente, los que me acompañaran a un nuevo viaje. Al resto les buscaré un buen destino, dentro de todo me interesa cuál será su suerte. Me acercaré a donarlos a uno de los tantos espacios habilitados para ello; considero que los encargados de gestionar las donaciones les encontrarán un buen lugar.
No soy un coleccionista de libros, tampoco espero llegar a serlo, no me veo teniendo espacios enormes para guardarlos, soy más bien de vivir en espacios reducidos, me gustan aquellos que son acogedores y poseen lo esencial para sentirse a gusto.
Mitchel Ríos