Reseña
Un destino
Domingo por la mañana, las calles están atiborradas de viandantes, las plazas de aparcamiento, en los distintos puntos dispuestos para tal fin, se encuentran ocupadas. Es tarea difícil desplazarse por el centro de Madrid.
Para evitar esta situación, el ayuntamiento ha puesto en marcha un dispositivo que limita el número de coches y, a la vez, disminuir la contaminación. Desde hace algún tiempo viene ampliando las aceras, su visión de futuro se centra en los peatones.
Estamos a las puertas de la semana santa y las empresas conceden varios días libres a sus trabajadores para desconectarse de la rutina laboral.
En estas fechas la estación de Atocha es asaltada por miles de turistas, van de un lado a otro con ruidosas maletas, algunos para tomar el Ave, otros para ir en el tren de cercanías o en el metro. Otro punto problemático es el aeropuerto que se torna más caótico que de costumbre.
Para aprovechar estas fiestas cogimos el coche a primera hora y, de ese modo, evitar los atascos en la carretera. En esta época del año cientos de vehículos se desplazan a diferentes partes, las filas interminables de vehículos se vuelven infernales y estresantes.
Las jornadas previas, las de planificación, son cruciales, elaborar la bitácora de desplazamiento es uno de los puntos en los que uno debe detenerse para no sufrir percances, a eso se suma hacer las maletas. Cuando el tiempo es suficiente organizamos los enseres de la mejor manera, sin embargo, cuando se hacen de forma apurada, casi siempre nos dejamos las cosas importantes. Resulta difícil explicar los sentimientos encontrados que ocasiona el darse cuenta de lo que se ha olvidado. Más de una vez me ha sucedido, como bien dice el refrán: Vísteme despacio que tengo prisa.
Fue buena la idea de madrugar, no nos encontramos con esas incómodas caravanas. Para trasladarnos, sin incidentes de por medio y sin perdernos durante el itinerario, hicimos uso de la mejor herramienta disponible, el navegador GPS del coche. Con sumo detalle nos fue indicando las distintas direcciones que debíamos tomar para llegar a nuestro destino. No es difícil acostumbrarse a sus directrices, cuando se le pilla el truco, simplemente basta con ponerse en sus manos, es así que la voz que habla se vuelve familiar no bien iniciamos la excursión. Durante largos tramos guarda silencio, pero en otros no deja de dar indicaciones, y si, por error, cogemos una ruta equivocada, al instante busca la mejor alternativa para retomar la carretera.
Durante el viaje el paisaje no dejaba de asombrarnos, los árboles, las grandes extensiones de terreno cultivado, fue uno de sus atractivos. Mientras se sucedían estas imágenes, no dejaba de ilusionarme la idea de estar cerca de la familia y disfrutar de esta evasión a su lado, olvidándome de todo por unos cuantos días. La sucesión de pequeños pueblos daba más realce al camino, me imaginaba los nuevos recuerdos que tendría, el calor que sentiría al estar cerca de los míos.
Se pueden pensar cientos de cosas en pocos minutos sin perder de vista los distintos factores que pueden condicionar la estancia. En esa abstracción, las ideas que venían a mí eran inmejorables. La vista se seguía llenando de más colores, a veces, eran indescriptibles, por eso las palabras se quedaban cortas para definir lo que sentía en ese momento. Estaba ensimismado en este pensamiento y, de repente, oí una voz que me dijo: ha llegado a su destino.
Mitchel Ríos