Reseña

Le chat noir

Hace poco asistí a una exposición sobre Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre. Una muestra que se encarga de presentar las obras de distintos artistas. En ella podemos ver cuadros de Henri de Toulouse-Lautrec, T. A. Steinlen, Pierre Bonnard y Édouard Vuillard, entre otros. Motivadores de las transformaciones culturales y sociales en Francia, cuyo centro neurálgico se situaba en Montmartre, espacio en donde se ubicaban afamados cafés y cabarés. A partir de su aparición se ganó el sobrenombre de barrio bohemio por excelencia, asimismo, estos lugares, poco habituales, fueron escenarios de exposiciones artísticas nada convencionales, con un espíritu claramente opuesto al que defendían las clases burguesas. Sus calles bullían con expresiones vanguardistas de distintas escuelas, representando un momento único en la historia del arte. En su seno los artistas compartían metas análogas, no era extraño ver creadores naturalistas, simbolistas, incohérents y nabís, lo mágico de aquellos años se produjo por la reunión de todo ese talento en un espacio geográfico no muy extenso.
El ideal de ese grupo de artistas era llevar el arte a las calles, es decir, lugares abiertos en donde fuera admirado por todos y alejarlo de los espacios cerrados, mayormente aristocráticos. La belleza del momento debe ser admirada por el público en general y no por un grupo limitado de personas que ostentan cargos en instituciones académicas de valores desfasados, preocupados en agradar a los poderosos y adecuando sus cánones en favor del sistema, pasando a ser decimonónicos por lo lejano de las ideas que defendían en comparación a las nuevas corrientes de aquel tiempo.
De esa motivación deviene su aire fresco y las libertades que se tomaron en sus realizaciones, en contraposición a la pomposidad que, desde su perspectiva, definía la vida en gran parte de la sociedad de su tiempo. Gracias a esas inquietudes nos legaron producciones que intentan representar la vida de aquella época. Los espectáculos de cabaré y de circo, las revistas humorísticas, los enormes carteles, litografías a todo color, el teatro de sombras chinescas. Este movimiento fue una reacción ante la impasividad de sus coetáneos, dando voz a quienes no la tenían. Retratan a seres marginales; sus modelos son personajes secundarios, al margen de cualquier tipo de arquetipos usualmente reproducidos por otras expresiones artísticas, no es extraño ver pinturas grotescas que muestran la cara oculta de la ciudad.
Dentro de todos los cabarés que se ubicaban en Montmartre uno de los que pasó a la posteridad, no solo por su famoso cartel diseñado por el pintor suizo Théophile Alexandre Steinlen, fue Le Chat Noir (El gato negro), fundado en 1881 por Rodolfo Salis y el poeta Emile Goudot y cerrado en 1897. Durante el tiempo que permaneció abierto fue el centro de las reuniones de gran parte de los artistas más representativos de la vida cultural francesa de finales del siglo XIX. Dentro de sus cuatro paredes se forjaron cientos de obras artísticas que elevaron a un nivel inusitado la vida creativa en París, dejando un legado que llegó hasta nuestros días. Con ello podemos disfrutar de un momento que hizo posible la evolución del arte en distintas vertientes, siendo su influencia decisiva para trabajos posteriores. Señalaron el camino a seguir en el medio artístico y perfilaron la idea que tenemos de él en el mundo actual.

Mitchel Ríos